Hay libros en los que el lector se desliza de principio a fin. Y hay otros en los que se remueve, relee e incluso acude a Google para rellenar el hueco que deja una referencia desconocida. Así es el último libro de Marta Sanz, Persianas metalicas bajan de golpe (Anagrama). Esta obra fue la elegida por el Club de lectura de EL PAÍS para el mes de junio y por eso, el pasado miércoles, un grupo de suscriptores del diario se reunió con el autor en la Biblioteca Eugenio Trías de Madrid. Juntos bucearon en esta novela distópica en la que el lenguaje barroco, pero no ornamental, compiten en protagonismo con la propia historia, la de tres mujeres que viven vigiladas por drones en un mundo que la tecnología ha pervertido.
“Creo que la esperanza no se construye solo con terrones de azúcar”, aseveró la autora. Se refería al haber recurrido a una distopía para defender no solo que es posible un futuro mejor, sino también un presente. Persianas metalicas bajan de golpe evitar la deshumanización para que nuestra conducta tenga una tecnología que tenga sus personajes y secuestra la memoria, pero también sobre una cultura que aletarga. La autora sostuvo que, si bien hay un tipo de arte que sirve para abstraernos de nuestra complicada vida, debe haber también una cultura que nos espolee.
Los lectores señalaron el estilo ―con amplias referencias del cine, la literatura o la televisión, así como construcciones gramaticales completas y un vocabulario rico― como una de las grandes singularidades del libro. Sanz explica que nadie puede separar la forma del fondo y si esta novela señala sus preocupaciones por el desarrollo tecnológico y el adelgazamiento del acervo lingüístico, también debió reflejarse en su propia construcción.
Esta novela será el prime time del Club de Lectura de EL PAÍS.
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