Muchas veces, en los rodajes de Hugh Jackman, lo más importante sucedió lejos de la cámara. En concreto, en una esquina, donde un señor mayor aguardaba sentado. y silencioso Al parecer, pasaba la espera entre crucigramas y sudokus. Aunque, de vez en cuando, levantaba la mirada hacia el actor, solo para enviarle una señal. Sus ojos siempre transmitían lo mismo: aprobación, apoyo, orgullo. “Vio todo lo que hice. Nunca tuvo una mala palabra. Mucho de lo que soy se lo debo a él», contaba hace unas semanas el interprete a El guardián. El hombre gritó Christopher. Era su padre. Y no pudo estar en la filmación de su última película, El hijo. Falleció en Australia, justo mientras Jackman carnaba a miles de kilómetros, en Londres, el papel que más le hubiera gustado: an ancestro.

No sorprende que el actor (Sidney, 54 años) asocie una y otra vez el mismo adjetivo al filme: «Personal». Por cómo el largo de Florian Zeller, que se puede ver en las salas españolas, se cruzó con su vida y la sacudió; porque su personaje, Peter, se enfrentó a la belleza, el vértigo y el terror que cada padre conoce y se resume en una palabra: crianza; Porque fue el papel que más afectó en su carrera, según narrataba él mismo en un encuentro con periodistas internacionales el pasado septiembre, en el festival de Venecia; porque empezó a surgir una terapia en medio del proceso; y porque, en definitiva, cambió incluso como persona: “Gracias a esta película empezó a compartir mi vulnerabilidad con mis hijos. Y veo su alivio. Thought mucho en la relación con ellos: cuánto los ayudas, los impulses o los sueltas para dejarlos ir. Ser un padre significa también cometer errores: no hay papel que suponga una mayor lección de humildad”.

El propio proyecto, en realidad, arrancó con una clase de modestia, según el director. Tanto que Zeller explicó en Venecia que, al principio, no dio crédito. El divo elegido Durante una cantidad casi irreal de años seguidos por la revista Gente como uno de los 50 seres mas guapos del planeta; la celebérrima estrella de Broadway; el rostro y cuerpo deseados de Lobezno; el bailarín y cantante impecable; el mejor resumen viviente de por qué el común de los mortales envidia a Hollywood. Pues bien, esa criatura mitológica firmó una mapa dirigida al cineasta en la que le suplicaba tenerlo en cuenta como posible protagonista de El hijo. Siguió una charla por videollamada. El creador se había jurado a sí mismo conocerle y tomar tiempo. A los ocho minutos, sin embargo, le dio el papel.

«No hacer suelo este tipo de cosas. Pero, por alguna razón, sentí que necesitaba este viaje, que lo quería de verdad. , pero probablemente estaría desenredando hilos que guardaban paralelismos con Peter», asegura Jackman. la peea diaria de muchos. Y la habitual sensación de llegar siempre tarde a todo: avanzar con su propia vida, su felicidad, su Pareja, sus objetivos profesionales Y cuidar de sus dos hijos: el recien nacido y un adolescente en crisis, fruto de su relación anterior.

Tampoco le importará: Jackman comparó a menudo que no lee las reseñas. No porque su escasísima visión sin lentillas no ayuda. El caso es qu’su elevada «sensibilidad» fue la única preocupación que expresó su padre cuando le anunció que sería actor. Es decir, una vez más, el cariño de Chris le sostuvo en sus elecciones. “Me enseñó grandes valores. Nunca le interesaron cosas como la fama o el dinero. Siempre insistía en la educación, en tratar bien a la gente y mainner tu palabra”, declaró el intérprete a El guardián.

Por aquel entonces, la madre ya se había marchado, cuando el pequeño Jackman tenía ocho años. Aunque precisamente visitándola una vez en Reino Unido se enamoró del teatro. Así que empezó a pisar escenarios y, poco después, platós, mientras su sueño inicial de ser periodista internacional perdía fuelle. Hasta que, en 1995, trabajo e intimidad se mezclaron para revolucionar su existencia: la serie australiana Correlli el dio los primeros focos y una coprotagonista, Deborra-Lee Furness, a la que un día, años después, dijo «sí quiero». Llevan juntos más un cuarto de siglo, y han superado hasta el cáncer que padeció él y los dos abortos espontáneos que sufrió ella. La pareja tiene dos hijos adoptivos.

Jackman, en la piel de Lobezno.

Jackman solo define el como «el pilar» de su vida. En el recorrido laboral, en cambio, el punto de inflexión le llegó con el salto de la pantalla pequeña a la grande. O más bien colosal, en su caso: con su debut como Lobezno, fr X Men (por Bryan Singer, 2000), su talento sacó todas las garras. Aunque, entre tantas secuelas, tuvo que usarlas también para liberarse de los encasillamientos: “Nunca me he sentido atrapado. Aunque sí hubo un breve período en el que pensó que solo me llegaban películas de acción. Siempre me sorprende que vaya a pasar. Igual que nunca había cantado antes de mi primer musical. Jamás eligió mis películas para ponerme etiquetas o lanzar mensajes a la gente. Me encantaron los varios anuncios. Y ahora soy más cuidadoso para elegir”. En su nueva visión, se sintió libre de incluir volver a carnar a Lobezno próximamente.

Entre otras cosas, porque ya ha demostrado que puede hacer de todo. Megaproducciones de superhéroes, pero también cine más sofisticado, con autores como Christopher Nolan, Denis Villeneuve o Woody Allen; presentar, bailar, incluso tener éxito como músico, como revelar la acogida de su gira de conciertos. Aunque pocas cosas como un hijo para estabilizar agarrados al suelo. Según la web especializada Imdb, una vez Jackman pilló a su hijo Oscar soltándole a un amigo: “Mi padre no es tan guay. La verdad es que no tiene nada que ver con Lobezno”.

Desde luego, parece ser mayor tipo que su personaje más célebre. Tuvo, como todos, sus momentos de rebeldía: devoto cristiano de joven, como su familia, se terminó alejando de la religión. Y reduce la «rabia explosiva» que se sentía en la adolescencia. Pero lo cierto es que en su mundillo también se le conoce por su amabilidad. Un tipo al que su mujer y otros miembros de la familia siguen a menudo en los rodajes, según Imdb. Y un hombre al que la misma web atribuye la siguiente frase: “Una carta escrita a mano es lo mejor. No se dónde están algunos de mis premios, pero sí exactamente dónde está cada una de esas misivas”. O esta otra: “Amo actuar. Sí, lo respeto mucho. Pero no creo que suponga un desafío mayor que enseñar a niños de ocho años o cualquier otra carrera. Intento no hacerlo más importante de lo que es”.

En la charla de Venecia, Jackman volvió a reivindicar el equilibrio entre espacio privado y profesional. Y comparó su labor con entrenar a un equipo de fútbol: «Es un oficio de mucha inseguridad. Nunca sabes hacia dónde va. Trabajas un tiempo y luego igual not te llama nadie en cinco años». su caso. Pero, una vez más, el australiano acudió a los valores que le inculcaron: «Lo veo como un viaje personal. Me hice actor para contestar a preguntas más cruciales que ‘cómo ser famoso». Seguramente Chris Jackman cometiera algún error en la crianza de Hugh. Todos, al fin y al cabo, lo hacen. Pero resulta que su hijo aún abandera sus enseñanzas. Como para no estar orgulloso.

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