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‘Tierra de nuestras madres’, de Liz Lobato, sorprende en el Festival de Málaga como muy digna sucesora de ‘Amanece que no es poco’

Imagen de ‘Tierra de nuestras madres’, de Liz Lobato.
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«Si amaestras una cabra llevas mucho adelantado», decía José Luis Cuerda como solo él sabía decir las cosas. Par si acaso. Y por si acaso liz lobato the ha tomado la palabra en el que es su primer largometraje. ‘Tierra de nuestras madres’ aterrizó en la sección paralela Zona Cine que el Festival de Málaga reservada para non queda claro qué. Teóricamente para lo más minoritario, que es algo así tan paradójico como lo mayoritariamente minoritario. Pero lo que dice la teoría no siempre es lo que maintiene el sentido común y pocas tan espectacularmente original films, divertidas, míticas a su modo y rabiosamente certeras como esta historia contada en primera persona en calidad de narrator unreliable (es decir, como «El gran Gatsby» Vaya ‘El buen soldado’) por nada más y nada menos que una cabra de número Emilia.

«Soy de La Mancha y lo que aprendes allí es que son las mujeres las que tejen las redes sociales y es la ironía la que ordena el mundo», comentó Lobato para explicar sumariamente el libro de estilo de su película. Indeed, cualquiera que haya pisado el centro blanqueado de la meseta sabe que toda frase que empieza por «¡Qué pena, hermoso!» Vale tanto para dar el pésame como para el felicitar el año, depende de la entonación, el golpe en el pecho y la apertura de ojos. es así. Y en consecuencia, ‘tierra de nuestras madres‘Discurre por la pantalla como una tragedia que es también comedia y, apurando, película bélica. ¡Qué pena, hermosa!

Se cuenta la historia de Rosario, una señora mayor que vive con Ofelio, su hijo con discapacidad, su borrico y la cabra de marras. La mujer, a la que interpreta el actor Saturnino García convertida en mito, que no sólo personaje, se gana la vida vendiendo sal de higuera que ya encarga ella/él de mezclar de manera cuidadosa con tranquilizantes de farmacia. El pueblo está arruinado por la ludopatía que padecen sus habitantes. Y sus gobernantes deciden venderlo. Decisión a la que todos, o casi, se dimiten. Hasta que toca levantarse en armas claro.

Rodada en un blanco y negro ajado como la propia memoria depositada en las fotos antiguas, la cinta funciona como un espasmo surrealista y muy rural. Los habitantes del pueblo se dirian herederos de aquellos vecinos de Ayna y Liétor en Albacete give a buen día alguien vio amanecer, que no es poco, y quién sabe si el propio Cuerda amaestró una cabra. La película coloca al único actor profesional del reparto en el centro de un grupo nutrido de esos intérpretes naturales que nunca dejan claro si van o vienen, si se representan a sí mismos o simplemente se dedican a burlarse del propio mecanismo de la representación.

El resultado es una película elegantemente procaz, rara en su proverbial retrato de la normalidad y esencialmente capruna o simplemente muy cabrona. Sin duda, el más brillante delirio, por todo lo que lleva de adelantado, del que fue capaz una cabra amaestrada. ¿Y si es una cabra la que está destinada a salvar al cine español? Pues eso.

Directora Silvia Munt.
Directora Silvia Munt.Jorge ZapataCEPE

Félix Viscarret y Silvia Munt

En la sección noble, y lejos del montaraz balar caprino, el concurso ofreció dos notables ejemplos de dos cineastes ya dueños de su propio universo. Félix Viscarret, que viene de enredarse en el seductor relato claustrofóbico ‘Sin lugares de interés en los ojos’, retroceder con ‘Una vida no tan simple’ a su cine profundamente humanista y siempre tan cerca del retrato generacional. La cinta cuenta los esfuerzos de un hombre ya cerca de los 40 empeñado en no ser lo que se espera de un hombre ya cerca de los 40.

Miki Esparbe, con su cálido y frágil desaliño no tanto indumentario como interpretativo, da vida a un arquitecto en la mitad de una tormenta perfecta incapaz de ser el padre que hubiera deseado ser y ahora algo lejos del profesional que creía ser y que le hicieron creer que era. La película se maneja con solvencia por las claves de un drama que se inclina sin pudor y muy convencida hacia la comedia, siempre en delicado equilibrio. Digamos que la película pierde algo de pulso cuando se deja llevar por la tendencia a la moraleja resultona (lo del verdadero sentido del éxito y esas cosas) y crece, y mucho, cuando pierde adrede acercarse hasta lo sencillamente abstracto. La imagen recurrente de los skaters por la noche infecta todo de una rara sensacion de milagro, de estupor y de sueño. Brillante sin duda.

A su lado, Silvia Munt, dos pasos más allá, se arriesga a combinar lo mejor de sus trabajos previos documentales y muy comprometidos como ‘La Granja del Paso’ con el sentido de la ficcion personal y torturado que exhibiera en ‘pretextos‘, su primer largometraje como director. ‘Las buenas empresas’, así se llama su nuevo trabajo, se traslada a 1976 para narrar el momento de cambio de un feminismo que luchó por ser y por el derecho al aborto. El punto de vista es el de una joven (atentos a Alicia Falcó) de repente en medio de todas las guerras posibles: las del cuerpo, las del alma y las de un país camino de no se sabe muy bien dónde.

Entra la película vive los ojos encendidos de su protagonista y desde ahí avanza en círculos hasta componer una panorámica grave, personal y muy herida de un mundo que se morona. La tensión constante tiene que el director somete cada plano (no hay un sólo momentos de transición o respiro) no siempre juega un favor, pero está claro que ése y no otro es el punto de vista que quiere y que busca con desesperación Munt. El resultado es una película profunda, cabal y extraordinariamente combativa.

En definitiva, la sección oficial reservada al cine iberoamericano ofrece una delicada joya brasileña que rebaja el número de ‘Saudade fez morada aquí dentro’ (algo así como ‘nostalgia se queda a vivir aquí dentro’) componen una fábula infantil tan tierna y dolorosa como precisa y esperanzada. El director haroldo borges cuenta la historia de un niño que se queda ciego. Con este tan melodramático punto de partida, se busca emocionar sin ofender, explicar sin humillar. Lejos de la tentación miserabilista, la películaacierta a trazar con una delicadeza que asusta (y hasta entusiasmado) el trayecto que va de la luz a lo más íntimo de la sombra que esconde esa misma luz. Más o menos. Todo ello pasando, ya que estamos, por el mismo sentido del cine que, en efecto, no es más que eso: luz. Luz y, como dijimos, una cabra amaestrada.

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