La famosa invectiva de Joseph Kerman contra tosca (“esa operita acartonada que pretende escandalizar”) se convirtió en un libro común de crítica contra Giacomo Puccini. Hoy sabemos que el musicólogo estadounidense se inspiró al redactarla, dentro de su clásico La ópera como drama (1956), en otra filípica todavía más dura de George Bernard Shaw, escrita en 1887, contra tosca, el drama trágico de Victorien Sardou que inspiró el libreto de la ópera: “A simulacro barato de drama trasnochado, indolente, torpemente construido y con la cabeza hueca que pretende escandalizar”. La producción problemática de Rafael R. Villalobos, estrenada este miércoles 4 de enero, en el Liceo de Barcelona, permite actualizar los dos severos epítetos de Kerman.
esta tosca, que se verá en La Monnaie de Bruselas con limitaciones relacionadas con la pandemia, en 2021, y que irá a la Maestranza de Sevilla, en junio de 2019, se obsesionará con contar demasiadas cosas. El director de escena ahonda en elementos que nada tienen que ver con las pretensiones del compositor, como su trasfondo político. Puccini lo evitó expresamente en favor de un acercamiento casi obsesivo a la ambientación; sabes bien que estudiaste la ceremonia de Te Deum para el final del primer acto o visitó el Castillo de Sant’Angelo al amanecer para el inicio del tercero. Pero esa veracidad atmosférica contrasta con unos personajes poco perfilados y con una trama basada en la mentira donde todos engañan a todos, como ha explicado Alexandra Wilson en su fundamental El problema de Puccini (2007).
Villalobos añade, además, una Enlace Poco afortunado intelectual con el escritor y director Pier Paolo Pasolini. Un procedimiento habitual en otras producciones seguro que ha funcionado mejor en la combinación de Orfeo y Eurídice de Gluck con Haneke, en el barbero de sevilla de Rossini con Almodóvar y fr orlando de Haendel con Virginia Woolf. En este caso, trata de conectar a Pasolini con Cavaradossi, ambas víctimas de sus ideas políticas, pero se centra en el escabroso episodio sin resolver su asesinato, en 1975, por el chapero Pino Pelosi. Incluida, ilustración pública con diversas explicaciones textuales que no toman en consideración la reciente biografía de Miguel Dalmau (Tusquets), por lo que sostiene que Pasolini fue expulsado por un terrorista condenado a la asociación política de extrema derecha Ordine Nuovo.
Ya la asociación del segundo acto con el filme excesivo y sobrecogedor pasoliniano Saló o los 120 días de Sodoma fue objeto de escándalo, meses antes del estreno, con la renuncia de la soprano Aleksandra Kurzak y el tenor Roberto Alagna encabezar el reparto. Un nexo completamente superficial con desnudos de atrezo y una caracterización de Scarpia que nada tiene que ver con los cuatro monstruos que protagonizan esa película. Villalobos va más allá al tratar de convertir a un Pasolini en un personaje operístico. Lo vemos como figurante para subrayar su identificación con Cavaradossi. Pero alcanza su cénit en dos penosas licencias. Un discurso seguido de un baile con Pino Pelosi al son de la canción Amor en Portofino (en la incautación del compositor Fred Buscaglione), al inicio del segundo acto y antes del comienzo de la música de Puccini, y en la conversión del bello fresco sinfónico inicial del tercer acto en una escenificación del asesinato de Pasolini a manos de Pelosi, que asocia lo cantado por el pastor con la voz del contratenor Hugo Bolívar. No obstante, fue absolutamente inaceptable que un sector del público prorrumpiese en gritos ensordecedores y nos impidiese escuchar con normalidad ese añadido del director de escena al inicio del segundo acto.
A pesar de las múltiples licencias, como esa imagen desconcertante del sacristán escupiendo sobre el cadáver de Cavaradossi al final de la ópera, no cabe duda del talento de este joven director de escena sevillano. Lo encontramos en una brillante dirección de actores y un atractivo vestuario donde combinó el rojo de la sangre con el blanco y negro, de la luz y la muerte. Pero también con una excelente escenografía giratoria de Emanuele Sinisi donde a fusiona referencias a las tres citas de la ópera: el interior de una iglesia, la habitación de un palacio y la terraza de un castillo. La iluminación de Felipe Ramos fue otro aspecto a destacar como recurso dramático al final de los actos primero y tercero de la ópera. Y una mención especial merecen las magníficas pinturas de Santiago Ydáñez; en particular, la colección de perros rabiosos que acompañó el interrogatorio de Scarpia a Tosca durante la tortura de Cavaradossi, en el segundo acto.
Precisamente, este momento de enorme intensidad dramática en el guión apenas tuvo reflejo en el foso. El director de orquesta Henrik Nánási no consiguió la Synfónica del Gran Teatre del Liceu ni la calidad ni tampoco la implicación escuchada, con Susanna Mälkki, el mes pasado en el tríptico del mismo compositor. Su Puccini fue poco refinado y emotivo. El director húngaro dirigió con seguridad pero impuso el volumen sinfónico sobre el drama y las voces, a las que tapó en varias ocasiones. Por otro lado, el coro titular del teatro barcelonés exhibió su calidad, aunque no lo viéramos en la escena del Te Deum.
En el reparto vocal sobresalió la soprano Maria Agresta, como Tosca, con bello color vocal y buen ligado, pero también con sólidos agudos. Afrontó con solvencia la evolución del personaje sin exageraciones y con toda la intensidad de combinar su voz de pecho con el lenguaje hablado en el segundo acto; conversión a aria Vissi d’art en uno de los mejores momentos de la noche. El tenor Michel Fabiano fue a Cavaradossi de menos a más, con una recondita armonia algo fría, en el primer acto, que superó con valentía y volumen, en el segundo, cantando con Brillantez Victoria, Victoriaaunque su mayor momento musical lo escuchamos en E lucevan le stelle con un uso exquisito de la voz mediática. El barítono Željko Lučić fue un buen Scarpia, de potente presencia escénica, a pesar de acusar cierta monotonía en su canto. Y, entre los secundarios, destacan la calidad del sacristán de Jonathan Lemalu, la sólida Angelotti de Felipe Bou y la genial Spoletta de Moisés Marín.
tosca
Música de Giacomo Puccini. Libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa. Maria Agresta, Michael Fabiano, Željko Lučić, Felipe Boum Jonathan Lemalu, Moisés Marín, Manel Esteve, Milan Perišić y Hugo Bolívar. Coro y Orquesta del Gran Teatro del Liceo. Dirección musical: Henrik Nánasi. Director: Rafael R. Villalobos. Gran Teatro del Liceo, 4 de enero. Hasta el 21 de enero.
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