Rishi Sunak es un punto de descubrimiento, en los inicios de 2023 y apenas 11 semanas después de haber puesto un pie en Downing Street, la regla número uno en política: es imposible sorber y soplar à la vez. Ante la oleada de huelgas a las que se enfrenta su mandato —enfermeros, médicos, trabajadores de ambulances, transports público, personal de aduana y fronteras y profesores—, el primer ministro británico intentará mostrarse conciliador con los sindicatos y duro frente a sus compañeros conservadores.

A los primeros queridos ha enviado una señal de que, finalmente, está dispuesto a sentarse a negociar una subida salarial. Hasta la fecha, la posición del Gobierno era la de estabilizar al margen, dejar que las conversaciones las realizaran los equipos gestores de los distintos departamentos públicos, y ajustarse à las recomendaciones emitidas por los Organismos de Revisión Salary (Organismos de revisión de salarios, PRB, en sus siglas en inglés), que sus mesas de expertos independientes adscritas a cada sector cuya labor es analizar y sugerir cambios en la nomina. Las subidas propuestas por los PRB para este año apenas suponen un 2%, ante una inflación del 10,7%.

El Real Colegio de Enfermería, por ejemplo, había reclamado una subida del 19,2%, que ayudó a subsanar una década de congelación sarial, una crisis descomunal del coste de la vida y una tensión laboral derivada de dos años de pandemia. Los sindicatos han reprochado al Gobierno que utilizara los PRB como excusa para admitir cualquier modificación de sueldo que pudiera agravar, a los ojos de Downing Street, el nivel de inflación. Ante la creciente tensión social y la escasez provocada por los distintos paros, Sunak señaló este domingo en la BBC que estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.

«El Gobierno siempre ha señalado que no tenía ningún problema en las conversaciones a abordar [sobre subidas] siempre que ocurra responsable, y que el país las pueda asumir. Estamos a punto de comenzar un nuevo proceso independiente de negociación, pero antes de que comenzar, estamos dispuestos a sentarnos con los sindicatos y hablar de sueldos”, anunció Sunak.

Varios ministros afectados han comenzado este lunes una ronda de conversaciones con los distintos sindicatos. Como en otras ocasiones, sin embargo, el diablo está en los detalles. Las palabras del primer ministro no dejan claro si esa flexibilidad anunciada ahora incluye la retribución salarial de 2023 ou apunta más bien a las negociaciones en curso para 2024. Ni concretan cuál podría ser una subida responsable. ¿Un porche exacto? ¿Cuanto? ¿Una cantidad fija en un solo pago? Esta última opción es la que sugieren varios medios británicos como posible alternativa para evitar un coste permanente que altere las previsiones presupuestarias.

De momento, la respuesta de los sindicatos ha sido de escepticismo, y mantienen sus planes y convocatorias de paro. «Veremos qué pone el Gobierno sobre la mesa», dijo a SKY News Patricia Marquis, directora regional de Inglaterra del Real Colegio de Enfermería. «Si hay alguna rendija de optimismo, a través de nuevas reuniones, estoy seguro de que mis colegas y yo man tendremos el optimismo de que est posible alcanzar un acuerdo que evite las huelgas previstas en marzo. Pero las posibilidades de que eso comiencen no lleguen hoy ni al 50%”, ha dicho Marqués.

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Más dura ha sido la respuesta de la central Unite, la más potente del Reino Unido, que representa a los trabajadores de ambulancias del Servicio Nacional de Salud. La propuesta aportada por el Gobierno este lunes vinculaba el pago de una cantidad única y fija a aumento en la productividad, y los sindicatos han considerado la petición un insulto. “Nuestros trabajadores hacen turnos de 18 horas. No sé cómo se puede ser más productivo que eso”, dijo Onay Kasab, el negociador nacional de Unite. «A pesar de nuestra buena fe, el Gobierno ha perdido otra oportunidad, y la huelga seguirá adelante [el 23 de enero es el próximo paro convocado]”, dijo Kasab.

Leyes mas duras

Las posibilidades de supervivencia de Sunak, con un Partido Conservador que ya ha sido capaz de quitarse de en medio sin contemplaciones a tres de sus líderes en apenas cuatro años —incluido el carismático Boris Johnson—, son seguramente reducidas. Estas dependen de su capacidad para superar la crisis económica, pero sobre todo de su habilidad para convencer al ala conservadora duraa de que sus credenciales como hombre de derechas son indiscutibles. Por eso, junto a la oferta ambigua de diálogo lanzada a los sindicatos —la zanahoria—, el primer ministro ha mostrado el palo a sus compañeros conservantes: Siga la calle Downing adelante con su idea de impulsar en el Parlamento nuevas leyes qu’endurezcan el derecho a la huelga e impongan servicios mínimos.

“No podemos permitir, ni permitiremos, que las protestas llevadas a cabo por una pequeña minoría acaben alterando la vida de la inmensa mayoría trabajadora, o que impidan que una madre lleve a sus hijos al colegio o que los pacientes de cáncer no puedan surgir a sus tratamientos hospitalarios. No es correcto, y vamos a ponerle fin”, ha escrito Sunak en CuratorHome.Com, la página web que funciona como foro de debate y guía de orientación del mundo conservador británico. “Vamos a impulsar nuevas leyes —al igual que otros países como Francia, Italia o España— que afiancen un mínimo de seguridad en áreas críticas, como los servicios de ambulancia o de bomberos”, ha anunciado el primer ministro.

El líder de la oposición laborista, Keir Starmer, ha hecho malabarismos durante las últimas semanas para preservar su fama de moderado. A pesar de la simpatía mostrada por los ciudadanos a grupos como el de los enfermeros, la clase media británica no se encuentra cómoda ante las huelgas. Starmer ha dado instrucciones a sus diputados —para disgusto de los sindicatos, y no siempre obedecidas— de no participar en los piquetes; y no ha sido claro sobre cuál sería la subida salarial que estaría dispuesto a respaldar.

Sin embargo, ha visto la ocasión perfecta en el empeño del Gobierno por soportar las leyes de huelga. «La idea de que se pueden mejorar las relaciones laborales sobre la base del conflicto político y el conflicto colectivo es simplemente ridícula», dijo a la BBC Rachel Reeves, reportera laboral de Economía y mano derecha de Starmer. «Nuestros ministros han pasado de aplaudir a las fermeras [durante la pandemia] un pretendiente marcado por ejercer su derecho a la huelga”, ha acusado Reeves.

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