‘Air’, de Ben Affleck, ‘Tetris’, de Jon S. Bair, y ‘Super Mario Bros’, de Aaron Horvath y Michael Jelenic, trasladan la nostalgia al referente de unos estrenos que coinciden en exaltar y blanquear el buen corazón de las grandes corporaciones de antes
Hay buena y mala propaganda. A principios de la década de los 50, en plena fiebre de la Caza de Brujas, Hollywood lanza una productora de películas orgullosamente anticomunistas. En 1952, la cartelera estadounidense registra dos estrenos con el mismo argumento: el malo es rojo. manos peligrosas, de sam fuller, tom una historia firmada por Dwight Taylor y donde en el original figuraba una trama laberntica de traficantes de drogas, l puso un microfilm, una espa y una hija de la Unin Sovitica. El resultado es pura propaganda pero delicada y brutalmente enfurecida con un Richard Widmark fuera de norma. A su lado, leo maccarey, el ms convencido antibolchevique de los directores junto a Cecil B DeMille, director Mi hola Juan. La pelcula quera ser un retrato de una tpica familia norteamericana con un padre fantico, una madre sumisa y un hijo -ay el hijo!- tan retrado como homosexual (no se ahorran detalles) que no puede por menos que hacerse amigo de intelectuales (el antecesor, Biblia en mano, aconsejó de forma literal contra el riesgo de juntarse con la gente de la universidad). Ligeramente la cosa acaba mal y el chaval se hace, en efecto, comunista. La cinta, para despejar dudas, es un disparate. Encantador, infumable pero. Mala propaganda.
Ahora demos un salto a, por ejemplo, hoy mismo. De repente, en la cartelera surge casi a la vez dos pelculas (se podra sumar una tercera y hasta una cuarta) con muchas y no tan extraas similitudes. La primera Airede ben affleck, habla de Nike, una marca; la segunda, tetrisde Jon S. Baird, lo hace de Nintendo, otra marca. Las dos están ambientadas en los años 80 y las dos colocan en el centro de su argumentario el poder creativo de las grandes corporaciones de antao, cuando el capitalismo, dicen las dos producciones en voz alta y clara, era otra cosa;era, como aquel que dados, mejor. Ms coincidencias: la primera es produccin de Amazon (s, el mismo Amazon de los Paquetes que el ao pasado logr tener el primer sindicato y cuyo megamillonario propietario manda cohetes falomorfos al espacio) y la segunda corre a cuenta de Apple (cuyo primer sindicato fue un ms tardío). Y ya la ltima: ambas hacen pie en eso tan socorrido y resbaladizo como la nostalgia. In a terminologa reduccionista y algo ucrnica se podra decir incluso que las dos (ms la segunda que la primera) hijo, como en los 50, anticomunistas, pero, esto, quiz, es demasiado lejos. [A las dos se podra aadir la presentada en el Festival de Berln y que atiende al nombre de Blackberry, de Matt Johnson, que habla de…].
Por supuesto, y sin que nadie se ofenda, su propaganda. Buena o mala? Si la calidad de la propaganda se debe a la eficacia del veneno inoculado, se podrá decidir que el trabajo de Ben Affleck, que además de dirigir se reserva el papel de fundador de todo, es impecable. En él, Matt Damon da vida a un buscador de talentos en el mundo del baloncesto capaz de ver lo que no ve nadie. Estamos en 1984 y Nike es un sello especializado en corredores que busca encontrar su sitio en el mucho más lucrativo mundo del baloncesto. El problema es que ya están instalados y con mucho podero Adidas y Converse. Pero nuestro hroe vislumbra el futuro en un video VHS (o era Beta?) Que una y otra vez contempla. Ah aparece un jovencísimo Michael Jordan cargándose de responsabilidad y anotando el punto decisivo. Donde los dems ven una escolta muy temerario y demasiado bajo, l ve lo que luego veramos todos. Y como nacieron las famosas Air Jordan. Atentos a Viola Davis que, como verdadera madre de la criatura, es la estrella de todo esto.
El caso de la película sobre el videojuego de los cuadrados que caen del cielo para la desesperación de los impacientes es muy similar. Ahora es el actor Taron Egerton el que encarna al diseñador de videojuegos Henk Rogers, que no fue el que el creador de nada en estado de descomposición para que todos pudiramos desesperarnos con el mayor de los placeres. De nuevo, estamos ante la historia de un hombre solo con una visión y un convencimiento, cabales los dos, que igual pelea contra la incredulidad de sus jefes que contra la absurda burocracia de los soviets; que el mismo deja al personaje con el corrupto financiero y magnate de la prensa Robert Maxwell que pone firme al departamento de marketing de Nintendo. En este caso, el desarrollo atrabiliario de la trama junto a la poca personalidad del director deja el resultado en solo correcto. Entretenido, muy curioso si nada se sabe de lo que ocurre y ocurre en el pixelado retro de determinadas imágenes, pero, definitivamente, sin sustancia.
El hecho de que esta última película llegue a la cartelera a la vez que un nuevo intento de llevar a la gran pantalla a Super Mario, el verdadero héroe de Nintendo, no puede ser sólo cosa de los astros. O s, pero de unos astros con un criterio comercial muy refinado. Esta vez, al contrario que el despropsito de 1993 avec Bob Hoskins de protagonista, se trata de una cinta animada que pone el acento en lo que realmente hizo adorable al fontanero y su hermano Luigi: su claridad, su total falta de sarcasmo, su extremado (por llevar a términos políticos) centrismo. La idea se convierte en los personajes, en los que se une Donkey Kong, en algo as como no-personajes, en seres adorables y sin aristas que convierten su capacidad para resistir y no doublegarse ante nada -ni siquiera ante el abusn de Bowser- en su sello, su marca. Si fijamos un poco, Super Mario es como el mismo tipo de hroe interpretado por Damon y Egerton y ellos mismos una marca. Su marca de, en efecto, nuestra nostalgia de las marcas. Hemos legado.
Lo que de alguna manera rene a las tres pelculas es precisamente su deseo de recuperar aquel tiempo ya casi sagrado de peinados salmonete, diadema, Cubo de rubik, walkman y mas cosas que salen en cosas extrañas, todas ellas animadas con la sintona de La cuenta atrás final. Aquella fue una poca, nos dicen las películas, en la que las grandes corporaciones ni engaaban al consumidor ni explotaban a sus empleados porque no producan cosas, sino que nos producan a nosotros, producan identidad. Lejos de estas películas, de ninguna de las tres, algo tan fácil de manejar en tiempos de tuits como la irona. Las tres son cuentos lineales con el final escrito en la primera secuencia (además de en la wikipedia). Sonido, por resumir mucho, propaganda. Nada que ver, por poner un contraejemplo con La red social, de David Fincher. Si uno, por eso de acertar, piensa mal se se que estamos ante el mayor blanqueo y falseamiento de la historia del que ha sido capaz el cine en mucho tiempo (pongamos mes y medio).
Bien mirado, esos años 80 tan adorables también lo fueron del desempleo, el acoso al sindicalismo y las recesiones de todo pelaje a lomos de la desregulación que luego explotará definitivamente en 2008. Se busca un lugar de consuelo desde el que imaginar la posibilidad de un capitalismo sabio y justo que nos abastezca a todas las cosas chulas para quin sabe si exorcizar la cada vez más cercana posibilidad de otro capitalismo inminente mucho más real y muy imaginativo a la hora de empobrecernos; un capitalismo, todo sea dicho, donde tanto Amazon como Apple tienen mucho que ver. Pero, qu buenas pelculas, eso s.
Cuentan que el guionista al que se le haba encargado originalmente el libreto de Mi hijo John, John Lee Mahin, llegara ha comentado ya que el director Leo McCarey dej que los comunistas le condujeran a la locura, y se volvi realmente loco. Eso es lo que cuentan.
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