La nueva reglamentación es recibida con cautela y disconfianza por los afectados que considera contradicción que conviven dos leyes con definición exclusyentes entre sí de productor independiente
La pregunta es: ¿Nos fiamos o no? La última vez que los productores de cine españoles decidieron dar un voto de confianza al Gobierno salieron escaldados. A última hora, sin avisar y para estupefacción de los socios minoritarios de la coalición, el Ministerio de Cultura decidió cambiar una coma (tal cual) cambiar la definición de independencia. De repente, las televisiones privadas (lo más parecido a unas Grandes Ligas que tiene España) pasaban a ser prestadoras de servicios para las plataformas y, en consecuencia, tan independiente como la empresa responsable de, por ejemplo, Lo que arde, de Olivier Laxe. Una coma y la productora de Sálvame Deluxe y la de la ganadora en Cannes permanecerán al mismo nivel a la hora de optar al 5% de los ingredientes de los operadores de difusión que, según la normativa europea, han de invertir en la protección de la diversidad cultural. Sucedió la primavera pasada y sucedió en la Ley General Audiovisual.
Looks good, the Ley del Cine llega para arreglar lo roto, para renovar lo antiguo y para vindicar lo justo. Es así de ambiciosa. A falta de definición concreta con su desarrollo y su presupuesto, la pólvora va en salvas en una reglamentación cuya intención es introducir al sector en la modernidad. Tal coual. Ya no sólo se habla de cine, de salas de cine y de taquilla física. Ahora la conversación amplificó una serie, difusión y visionados (o visualizaciones).
El Consejo de Ministros del martes aprobó a la carrera (con varios meses de antelación sobre lo anunciado) y tras anuncio previo en la cadena SER delante de Pepa Blanes la nueva norma que sustituyó a la de 2007. Sobre el papel. todas sus buenas intenciones. El reglamento, que defiende asuntos tales como la diversidad y el patrimonio a la vez que se inventa un Consejo Estatal sin definir ni composición ni funciones, se enmarca igual que la Ley Audiovisual de la coma en el plan de impulso al sector España, hub audiovisual de Europa. Recuérdese que este macroproyecto prevé una inversión pública de 1.603 millones de euros fuera del período 2021-2025. El objetivo es incrementar un 30% la producción audiovisual para el año 2025 y consolidar a España como plataforma de inversión audiovisual y de exportación de productos audiovisuales. Caso nada.
Las primeras reacciones son la prevención. “Ya nos la hizó una vez”, comentó José Antonio Hergueta como portavoz de la Federación Mapa (Mesa Territorial de Productores Audiovisuales). A su juicio, “y pese a que la definición de independiente parece esta vez a salvo y sin comas”, el texto carece de valentía y, siempre según su juicio, “la economía manda más que cultura. Se sigue sin ver el valor identitario que supone el cine”. Yañade: “El hecho de que convivan dos leyes [por la audiovisual y del cine] es malo, pero que nuestra influencia se vea sometida a las leyes de mercado es una contradicción”.
Además, consideró que muchas de las decisiones tomadas (como todo lo relativo a la distribución) “nace ya antiguo”. En todo caso, el portavoz de la plataforma que congrega a todos los productores ya todas las asociaciones insiste en hablar por lo que se refiere exclusivamente a su federación. “De momento es pronto para sacar conclusiones radicales”, continúa cauto sobre la propia cautela. A su lado, el productor Gerardo Herrero añade la suya a modo de colofón y cierre: “Sea como sea, no hay que perder de vista que la ley es sobre todo una declaración de intenciones que no tendrá eficacia alguna sin las órdenes ministeriales que la reglamentan y sin, sobre todo, el presupuesto adecuado que la llene de sentido”.
Desde AECINE (Asociación Estatal de Cine), su presidenta María Luisa Gutiérrez apostó por la precaución, que es como la cautela, pero más largo. “Todo ha sido tan rápido que tenemos que estudiar si nuestras alegaciones han sido recogidas correctamente. Entiende eso el Gobierno ha querido resarcirse de la jugada anterior [por el texto de la coma] y confiamos en que cumpla su palabra”.
Lo que ahora mismo queda en discusión es como encajarán las series televisivas en todo esto. La nueva Ley del Cine, que en realidad lama Ley del Cine y de la Cultura Audiovisual, quiere ser tan moderna como la propia modernidad. Sí, además de comfundir, significa que también la serie gozarán de protección. No todas, más bien aquellas qu’encajan con la difusa categoría de “promover la diversidad cultural”. Desde el Gobierno insiste en que nunca se detraerá dinero del cine, aunque ya el hecho de crear dos bolsas y desparramar el título conciso de la norma ayudará poco. La Ley no desciende al detalle. Y claro, surgen las sospechas. “Ya, de facto, el horrible de las subvenciones se van a las ayudas llamadas generales (es decir, a las películas más caras, menos arriesgadas) en detrimento de las específicas (las más cerca del espíritu de la ley). Esta nueva distinción no hace más que aumentar las dudas.
Sea like sea, el trámite no ha hecho nada más que empezar. Y la desconfianza sigue intacta.
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