Realidad virtual y aumentada, holografía e inteligencia artificial. Emprendedores y expertos preparan el escenario de lo que podrían ser las aulas en un futuro próximo.
No es ninguna novedad decir que la industria tecnológica es la más dinámica. A tal punto que viene impactando, desde antes de la pandemia, en diferentes sectores económicos, que deben ir adaptando sus procesos y sus productos al ritmo de los vertiginosos cambios sociales que la revolución digital propone o ¿impone?
Y si hay cambios que impactan en la sociedad, ¿cómo no van a presionar también sobre la educación? Esto vio claramente la semana pasada en el Congreso Internacional de Innovación Educativa (el más grande sobre educación de Iberoamérica) que hizo en la ciudad de Monterrey, México.
Por sus pasillos circularon, además de académicos que debatieron sobre el futuro de la educación, sectores de la industria tecnológica a quienes se vieron muy activos en el objetivo de generar soluciones digitales para la actividad educativa.
Es que hay todo un ecosistema de grandes, medianas y pequeñas empresas, más emprendedores y startups de todo tipo y origen, que buscan la mayor unión de tecnologías disponibles para atraer a docentes e instituciones educativas, con esperanza latente de conquistar el jugoso mercado mundial de la educación.
Si Daniel Ek lo pudo con Spotify y Mark Zuckerberg con Facebook, ¿quién dice que no puede haber otro programador que leve un nuevo primer premio? O al menos un negocio que de cierta rentabilidad.
Para todos ellos, la notebook o la PC en el aula ya es cosa vieja, del siglo pasado diríamos, y lo que se viene es mucho más tentador.
Combina lo último en dispositivos digitales (desde realidad virtual o aumentada hasta holografía y cámaras 360) con las nuevas aplicaciones y algoritmos que aprovechan el Big Data (enormes bases de datos al alcance de todos).
Y allí está la inteligencia artificial, cada vez más eficiente incluso en la creación de materiales culturales. ChatGPT de Elon Musk es la estrella.
Así como otros desarrollos que generan cierta ansiedad, como aplicaciones biométricas que miden la respuesta fisiológica del cuerpo humano ante un estímulo (se las ofrecen a los profesores para seguir las reacciones inconscientes de sus estudiantes); Oh sensores inteligentes de rostros que detectan el estado emocional y la atencion de los alumnos. También ya hay clases en el metaverso, a la que asisten los alumnos bajo la forma de sus avatares.
Nadie puede anticipar hoy cuánto de esto finalmente quedará en el camino, habrá sido solo humo. Y cuanto otro nos esta mostrando el inicio del nuevo formato que tendrá la educación en un futuro no tan lejano.