Durante los últimos días, ha habido una ola de cauto optimismo en los círculos económicos alemanes. Después de “Zeitenwende”, el nombre dado al “punto de inflexión histórico” que la agresión rusa en Ucrania constituyó en la política exterior y comercial alemana, muchos contaban con un choque económico muy grande, que marcaría el comienzo de una fuerte desindustrialización de Alemania. O, en el claroscuro de la transición al nuevo año, la imagen que emerge está lejos de ser tan sombría como se esperaba.
La mayoría de los indicadores muestran que la economía alemana, por el momento, ha resistido bastante bien la crisis. El índice Ifo de la moral de los jefes, publicado a fines de diciembre de 2022, volvió a subir por tercera vez consecutiva. El del banco KfW, que encuesta a medianas empresas, también mostró un repunte en diciembre.
El Instituto Kiel prevé un ligero crecimiento del 0,3 % en 2023, y ya no una caída del 0,7 %. “No estamos viviendo una megarecesión, y mucho menos una desindustrialización de Alemania”, subraya la economista consultora del gobierno, Ulrike Malmendier, en Handelsblatt, 3 de enero
Obviamente, el impacto más fuerte afecta a las industrias que consumen más energía: productos químicos, metal, vidrio, cemento, cerámica, papel. Según datos del instituto de estadística, experimentaron una contracción masiva de su producción en un año: − 12,6% entre octubre de 2021 y octubre de 2022.
La caída más significativa se refiere a la química, el tercer sector industrial alemán, cuya producción cayó un 20%. Este estancamiento se debe en gran parte a una reorganización: el gigante químico BASF, por ejemplo, dejó de producir amoníaco en Europa, un compuesto gaseoso básico en química (NH3). Lo importa del exterior, pero no ha dejado de producir otras moléculas con mayor valor agregado.
“Fetichismo industrial”
No todas las empresas podrían adaptarse de esta manera. Para algunas actividades, como las fundiciones, la competitividad a largo plazo de Alemania como sitio de producción parece comprometida, según la mayoría de los expertos. Las industrias intensivas en energía representan el 15% de la producción industrial alemana total, que a su vez cubre el 25% del producto interno bruto.
Martin Brudermüller, el jefe de BASF, anunció en noviembre de 2022 su intención de reducir ” permanentemente “ sus capacidades productivas en Europa y sigue apostando por China. En el mismo ramo, algunos grupos como Lanxess pretenden invertir en Estados Unidos, donde la gasolina es ahora tres veces más barata que a este lado del Atlántico.
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