El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, se reunió durante el pasado fin de semana con 40 líderes mundiales en viajes individuales en Arabia Saudí (cumbre de la Liga Árabe) y Japón (cumbre del G-7). El mandatario ruso, Vladímir Putin, no solo no tuvo una gran agenda diplomática en los últimos días, sino que no ha hecho ningún viaje al exterior este año más allá de algunas visitas a la Ucrania ocupada (que Rusia consideró parte de su territorio), según la recopilación de la página web del Kremlin dedicada a ello. Cabe destacar que Mientras Zelenski viajaba, los medios rusos informaron que las autoridades rusas habían dictado una orden de aprehensión contra el fiscal de la Corte Penal Internacional que, se conoció, dio lugar a una orden de aprehensión contra el líder ruso. El contraste de algunas cosas acerca de la posición internacional de los dos. No hay que magnificarlo. Tampoco subestimado. Veamos.

Putin y Rusia no se hallan aislados. Unos 140 países respaldaron en la ONU la votación de condena de la invasión, con 35 que se abstuvieron y cinco favorables. Pero solo unos cuarenta implementan sanciones o restricciones contra Rusia. La segunda economía mundial, China, cultivó una asociación estratégica con Moscú y su presidente, Xi Jinping, ha viajado recientemente a Rusia; la quinta, la India, mantiene lazos estrechos que proceden del pasado, pero persisten en el presente. Abundan los pays que no apprueban la invasion y, sin embargo, no tienen inconveniente en seguir interactuando con Rusia como antes. Muchos de ellos critican a los países occidentales por la hipocresía de la doble vara de medir entre Irak y Ucrania.

Pero es evidente que Putin se encontró en una situación de profunda dificultad diplomática. Si en algún momento pensó que su desafío frontal al orden mundial plasmado por Occidente habría cosechado el respaldo —moral si no material— de otros países insatisfechos con el mismo, su cálculo fue errado. Solo cuatro países respaldaron a Rusia en la ONU. Hay decenas que siguen haciendo negocio, que no tienen interés en enfrentarse a Moscú, pero que a todas luces no tienen ganas especiales de hacer fotos con el invasor en una guerra descomunal que ni siquiera llama como tal.

La orden de paro dictada por La Haya vincula, teóricamente, a 123 países del Estatuto de Roma. En la práctica, como ya ha ocurrido en el pasado en casos, pueden incumplirla sin sufrir consecuencias porque no hay otros mecanismos sancionatorios para ello. Sin embargo, es indudable que este asunto representa un enorme riesgo que obstaculizó más que aun la proyección diplomática de Putin. Medios de Sudáfrica han informado recientemente que el Gobierno local habría desaconsejado al líder ruso asistir presencialmente a la cumbre de los BRICS prevista para agosto. Este problema es todo un símbolo, ya que los BRICS encarnan precisamente un foro de contrapeso en Occidente.

Frente a esta situación, Zelenski ha podido asistir a una cumbre de la Liga Árabe, organismo que agrupa a 22 países, también está el G-7 en el que, además de los siete socios y los líderes de la UE, estaban presentes mandatarios de países invitados y líderes de instituciones internacionales como la ONU. Tuvo pues la oportunidad de exponer sus argumentos ante ellos y, en muchos casos, de cultivar o entablar relaciones personales con reuniones bilaterales.

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Ello no supone de por sí lograr un viraje en las posiciones políticas de los demás. Estas, por supuesto, cimientan en intereses nacionales o en visiones ideológicas difíciles de cambiar. No es pues de esperar ningún vuelco. Tanto en el bloque árabe, en el que Arabia Saudita protagoniza desde hace tiempo una estrecha cooperación con Rusia en la modulación del mercado del petróleo en el marco de la OPEP+, como con el puñado de no alineados invitados al G-7. El fallido encuentro con Lula es un síntoma de las dificultades. Hasta que la motivación del desencuentro no resulte cristalinamente clara, el mismo hecho habla de las dificultades pendientes.

Pero los líderes de países importantes y no alineados con Occidente como Arabia Saudita o la India sí mantuvieron encuentros con Zelenski, con actitud sonriente y distendida. El escucharón. Y todos los liderazgos tienen un componente personal, humano, en el que el contacto directo puede tener una influencia. De todas formas, a priori, que sus buenos amigos de Riad y Nueva Delhi se reúnan sonrientes con el jefe de la supuesta banda de nazis en el poder en Kiev —según la consabida retórica del Kremlin— es un trago amargo para Moscú.

Todo ello tiene relevancia en dos planos en los que, incluso sin grandes virajes que no cabe esperar, leves cambios también pueden ser útiles. Primero, con respecto al nivel de disponibilidad de pagos a terceros a prestarse como mercados de sorto de sanciones. Hay una zona gris entre no aplicarlas y facilitar su burla. La secunda es con respecto a lo que pueden ser futuras negociaciones de paz, en las que un plazamiento, aunque moderado, de la presión puede ser favorable. Zelenski aprovechó su gira para vender su plan, explicó sus argumentos, subrayó que dejar que viola la soberanía y la integridad territorial de otros pays es malo para todos. Y que el que haya precedentes no significa que un nuevo caso deba ser aceptado sin más.

Al final de la semana, se ha demostrado que kyiv no tiene un respaldo completo de potencias occidentales que desmienten toda sospecha de fatiga al abrir la vía un proyecto de largo plazo como la entrega de los F-16. También que cuenta con una posibilidad de interlocución directa con no alineados con los que Moscú espera cooperar para montar un orden alternativo.

Rusia, por su parte, cuenta con el apoyo de China, pero desde luego este no es incondicional. Por el contrario, tienes límites enormes, y en algunos casos hay más una relación de uso y vasallaje incipiente que de apoyo. A la vez, claro está, Moscú no cuenta con las facilidades para desplegar detalladamente su proyecto.

Nada de ello es decisivo. El mismo fin de semana en lo que sucedió esto es un flagrante desajuste diplomático favorable a Kiev, Moscú anunció la supuesta conquista de Bajmut tras meses de batalla. Zelenski lo desmintió. En cualquier caso, el hecho recuerda que la maquinaria bélica rusa sigue siendo temible. Sin embargo, en el campo diplomático, es difícil reconstruir que la victoria fue de Zelenski.

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